Este 21 de octubre pasará a la historia: poco antes de las diez de la mañana, Nicolas Sarkozy atravesó en coche las puertas de la prisión de Santé. Una novedad desde Philippe Pétain. Un shock para muchos franceses y una humillación para el ex jefe de Estado. “No es un expresidente de la República a quien encarcelamos esta mañana, es una persona inocente”, compartió en las redes sociales, mientras su coche salía de su casa rumbo al centro penitenciario de París. Nicolas Sarkozy entró en prisión, según dijo, “con la cabeza en alto” y en rebelión, oculta pero visible, contra lo que considera “un escándalo jurídico” y “un vía crucis”.
Como buen comunicador, escogió sus palabras y gestos. Así que caminó lentamente por el callejón donde se encuentra su casa, de la mano de su esposa, Carla Bruni, hasta su coche estacionado debajo. Allí se reunieron cientos de simpatizantes para apoyarlo. La imagen pretendía: presentarlo como víctima de lo que considera una injusticia. Como el conde de Montecristo en la novela de Alejandro Dumas que releyó mientras estaba detenido, sueña con venganza. “La verdad saldrá a la luz. Pero el precio a pagar habrá sido aplastante”, concluye en el que será su último mensaje antes de obtener la libertad condicional, posiblemente antes de Navidad.
Nicolas Sarkozy fue condenado en primera instancia a cinco años de prisión por conspiración criminal en el juicio por la presunta financiación libia de su campaña de 2007. Se encuentra en prisión porque la ejecución provisional diferida de la orden de ingreso fue solicitada por los jueces, que la justificaron por “la excepcional gravedad” de los hechos. Nicolas Sarkozy habla de “odio”. Sus abogados de la “vergüenza”. Las palabras se eligen para acertar.
Ejecución provisional en debate
Desde hace casi un mes se ha escrito mucho sobre esta sentencia. La derecha y la extrema derecha lo denuncian, critican el Estado de derecho y apoyan públicamente a Nicolas Sarkozy. La izquierda plantea en defensa de la institución judicial. Para Olivier Faure, primer secretario del PS, el hecho de que Emmanuel Macron haya recibido a su predecesor en el Elíseo antes de su encarcelamiento ejerce presión sobre los jueces. El Jefe de Estado, cuidando de no criticar la administración judicial de la que es garante, consideró “legítimo” el debate sobre la ejecución provisional. “Los medios de comunicación nunca han estado tan preocupados por los derechos de los presos”, se burló el jefe del PCF, Fabien Roussel, ante lo que Marine Tondelier, su homóloga ecologista, calificó de “circo”.
Pero la polémica más fuerte la provocó sin duda Gérald Darmanin. El ministro de Justicia, que no oculta su cercanía a Nicolas Sarkozy, ha ofendido a algunos magistrados al suponer su deseo de visitar al ex presidente en Sanidad. ¿Debería un Ministro de Justicia hacer esto? “Es un riesgo de obstáculo a la serenidad y de ataque a la independencia de los magistrados”, responde Rémy Heitz, fiscal general del Tribunal de Casación, entrevistado por franceinfo. “Un deber de vigilancia”, responde Gérald Darmanin.
El tiempo de pelear
“Desde hace varios meses, los políticos atacan cada vez más a la radiodifusión pública, al Consejo Constitucional y al Estado de derecho. Esto plantea un verdadero problema fundamental”, confiesa un ministro del bloque central, preocupado por el tono del debate público. “No tenemos nada que lamentar ni acoger con agrado una decisión judicial. Es peligroso acostumbrarse a estos recortes regulares y recurrentes”, continúa.
Nicolas Sarkozy puede contar con su apoyo para transmitir su discurso. Escribirá sobre su vida en prisión, una experiencia insólita y romántica que utilizará para preparar la defensa de su juicio de apelación. Porque Nicolas Sarkozy es un luchador y una persona emocional. Quiere demostrar su inocencia pero también mantener su huella en la historia. Lo repite, como sus seguidores: “El fin de la historia no está escrito”.












